Un verdadero infierno, con llamas que superaron los siete metros de altura, consumió en la noche del viernes una precaria vivienda de Junín; el fuego, incontrolable pese a la presencia de bomberos y policías, terminó con la vida de dos niños de 13 y 14 años, que quedaron atrapados en una de las piezas.
El fatal incendio (uno de los seis que hubo en distintos puntos de Junín por culpa del Zonda) se produjo en un descampado ubicado frente al basural. El viento, que desde la caída del sol soplaba embravecido, avivó las llamas de tal modo que ni siquiera los más de 30 animales que había en el corral de la casa lograron escapar con vida.
"Fue incontrolable, llegamos a eso de las 10 de la noche con el papá de los niños y no había manera de arrimarnos", relató un oficial de la comisaría 19 y siguió: "El hombre se desesperó, salió corriendo hacia la casa incendiada y nosotros detrás de él, pero no se pudo hacer nada y terminamos sacando al papá, que se desmayó cerca del fuego".
Un rato después, en la madrugada, fue recuperado el cuerpo carbonizado de Andrés Marinosi (13) y recién a las 9 de la mañana de ayer, la policía encontró entre los escombros y las cenizas, los restos de su hermano mayor, Jonathan González (14).
El basural de Junín está ubicado unos pocos kilómetros al oeste de la ciudad, sobre calle La Colonia. Toda esa zona es un amplio descampado salpicado por algunos viñedos y frente al basural se levanta una humilde vivienda, poco menos que un rancho, formada por tres pequeñas habitaciones, un precario tinglado de chapas y un corral.
La casa es de Ángel Agustín Marinosi, un empleado municipal -más conocido como "el Araña"- que trabaja como cuidador del basural y hasta hace unos dos años el hombre, su mujer y sus siete hijos vivían allí, pero entonces la comuna los ayudó a mudarse a otro lugar.
De todos modos, el rancho frente al basural siguió siendo habitado por Marinosi, que lo usaba como refugio mientras trabajaba en el basural y, además, todavía tenía allí unas 30 cabras, dos caballos y varios perros. "Los hijos más grandes de Marinosi siempre lo acompañaban a todos lados", contó una vecina de la zona.
Entrada la tarde del viernes, cuando empezó a soplar el Zonda en Junín, se registraron en el departamento diversos focos de incendio por lo que el personal de bomberos, de la comisaría 19 y también el municipal se dieron a la tarea de intentar apagarlos. Como empleado de la comuna, Marinosi estaba en eso, sabía de combatir incendios porque más de una vez los había sofocado en el basural y ese día había llegado un rato antes al rancho con dos de sus hijos, Jonathan y Andrés.
"Cuando empezaron los fuegos, los chicos se quedaron en la casa, más que nada cuidando la camioneta (un viejo Jeep que también sería más tarde devorado por el fuego) y esperando a mi yerno, que se había ido a apagar los incendios con los municipales", contó ayer a Los Andes, don González, abuelo de las criaturas fallecidas.
Ni Ángel Marinosi ni nadie pudo calcular la tragedia, todavía no había por qué, ya que los incendios ocurrían en otras zonas, distantes a la casa del basural. El papá se fue entonces a apagar incendios y los pibes se quedaron solos y esperando.
Sin embargo, un rato más tarde, a eso de las 9 de la noche, un nuevo foco comenzó a tomar forma cerca de la calle Corvalán, un camino que corre paralelo a la calle del basural, pero a más de un kilómetro al oeste de la casa de Marinosi. "El fuego estaba lejos, pero el viento soplaba como loco y lo fue trayendo rápidamente", explicaron desde la comisaría. Así, en unos pocos minutos las llamas consumieron varias hectáreas de monte y en un rato comenzó a cercar la casa del basural.
"Marinosi estaba apagando un fuego en el límite con Maipú cuando avisaron por radio que un incendio en la calle Corvalán ya había llegado al basural", explicó el intendente Mario Abed.
Desesperado, el hombre fue llevado en camioneta hasta el sitio; llegó acompañado por policías y por otros municipales, pero las llamas ya cubrían el lugar. Era imposible entrar, las llamas llegaban casi hasta los cables de la luz. Tan devastador y rápido fue el incendio que las casi 30 cabras y los dos caballos del corral no pudieron escapar; tampoco lo hicieron algunas gallinas ni los perros, encadenados en el perímetro de la casa.
"Los chicos deben haberse visto rodeados, de otro modo no se explica por qué no corrieron hacia la calle. Eran pibes grandes que conocían el lugar y calculo que no tuvieron otra salida que meterse a la casa", explicó una fuente de la comisaría 19.
Los niños se refugiaron en la última de las tres piezas, un pequeño espacio de apenas dos por dos metros y ya no tuvieron cómo salir. El fuego terminó consumiendo los techos y derribando parte de las paredes.
A las cuatro de la madrugada, la policía encontró el cuerpo de Andrés; cinco horas después apareció el de Jonathan. Ayer al mediodía, el humo, el viento y los restos de incendio aún campeaban en todo el lugar.
